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NOMOFOBIA: ADICTOS A LOS TELÉFONOS MÓVILES

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Somos adictos a los móviles. Aunque tal vez no sea una adicción, sino una nueva forma de vida.

La nomofobia afecta en especial a los más jóvenes que son los más vulnerables

Primero permítanme decir que yo no soy un adicto al móvil...

Suena el despertador y me despierto. Después de pensar en todo lo que tengo que hacer ese día, apago el despertador. Antes de encender la luz, alargo mi mano hacia el móvil. Lo desbloqueo mientras lo desconecto del cargador y leo los whatsapp al mismo tiempo que consulto el correo. Parece increíble que ya tenga mensajes en las múltiples aplicaciones que tengo instaladas y emails sin leer, pues aún no es ni de día.

Salgo de la cama y me aseo. Vuelvo a la habitación y vuelvo a consultar el móvil, concretamente la aplicación del tiempo. Según Android Weather, hoy será un día soleado, lo cual me resulta curioso pues aún no ha salido el Sol. Por si acaso consulto, también, mi iPhone. Parece que la manzana y el robot están deacuerdo: hoy no lloverá.

Me visto mientras voy planificando, mentalmente, todo lo que tengo que hacer durante la mañana. Por si acaso consulto la aplicación Google Calendar. Todo perfecto, me espera una mañana bastante cargada: ¡hay que mentalizarse!

Salgo de la habitación y me dirijo a la cocina. Exprimo tres naranjas en un vaso de cristal; ni una más, ni una menos: tres. Mientrastanto, consulto la aplicación Twitter en mi móvil Android. Nada a destacar, pero me ayuda a esperar mientras ese ruido del exprimidor convierte la fruta en un mejunje ingerible. Me lo bebo mientras miro la hora en el móvil: vamos bien de tiempo.

Vuelvo a la habitación y me pongo la chaqueta, me miro al espejo y me digo ¡hoy va a ser un gran día!; la motivación que no falte. Leo los nuevos whatsapp y guardo el móvil en el bolsillo izquierdo de la chaqueta: esto es un dato importante.

Apago las luces y salgo de casa, me dirijo al garaje. Mientras bajo las escaleras, desconecto el WiFi del móvil y aprovecho para matar las aplicaciones que tengo en background. Salgo a la calle y, a escasos metros, entro en el garaje. Llego a mi plaza. Consulto el móvil por última vez, me pongo el casco, arranco la moto y salgo hacia la oficina. En los semáforos, aprovecho para ir leyendo y contestando whatsapp: es increíble que haya otros como yo quienes, llenos de energía, deciden marcar teclas en una pantalla táctil para responder a mis mensajes a través de su móvil.

Llegados a este punto, habré usado el móvil más veces que ningún otro objeto hasta ahora y eso que, teóricamente, ¡aún no ha empezado mi jornada! Y cuantos diréis... "¡yo también hago lo mismo!"

Pues bien, esto tiene un nombre: Nomofobia. Según la wikipedia (link), la nomofobia es "el miedo irracional a salir de casa sin el teléfono móvil", y proviene de una abreviatura de la expresión inglesa "no-mobile-phone phobia".

La cuestión es que estamos todo el día pendientes del móvil. Constantemente lo consultamos para ver si hay alguna notificación en alguna de las aplicaciones que tenemos instaladas. ¡Sólo falta que lo descuidemos un momento y nos llamen sin que nos demos cuenta! Es por eso que pasamos todo el día a unos dos metros de distancia de nuestros móviles de media.

Según datos de la CMT, en los últimos catorce años, hemos pasado de 4 millones de líneas de voz a 51 millones. Pero hay más: en 2010 había 7,6 millones de líneas de datos móviles, y actualmente hay más de 30 millones de móviles y tablets conectados a Internet.

Asumámoslo: somos adictos al móvil. Adictos a la urgencia. Adictos a estar informados. Adictos a poder ser localizables...



Enviado desde mi móvil

Arnau Roca, CEO - 13/02/2014

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